EL VUELO DEL COLIBRÍ_ RELATOS

viernes, 21 de agosto de 2009

EL REGALO DE NAVIDAD



Siempre me ha gustado la Navidad, desde pequeña fueron mis fiestas preferidas, en casa son esperadas con especial entusiasmo. 
Como cada año, mi marido había adornado la parte exterior de la casa. Desde el tejado, cientos de luces de color añil caían en cascada. En el jardín, diminutos enanitos esparcidos por el cesped y Papá Noel, que colgado de la ventana, subía una escalerilla. Desde muy lejos, nuestra casa destacaba de las demás, cada año se veía más preciosa.

En el interior, varias guirnaldas de flores adornaban el techo. Y cómo era tradición, los calcetines colgados de la chimenea no podía faltar. Y por supuesto, nuestro maravilloso árbol Navideño que presidía el salón. Del él colgaban bolas y campanillas de cristal, la mayoría, del árbol familiar que teníamos en nuestra casa cuando era pequeña. Y luces, muchas luces de colores. Todo ello daban cobijo a los  regalos.

El calorcillo tan agradable que desprendía la chimenea, hacía de nuestro hogar, un lugar realmente acogedor. 
Esa noche esperábamos para cenar a unos buenos amigos, con ellos soliamos celebrar la Nochebuena. 

Sobre las ocho de la noche, ya con todo a punto, decidí descansar un rato mientras esperábamos la llegada de los invitados. 


Me acomodé en el sofá y abrazada a mi almohadón mientras escuchaba el crepitar de las brasas, sin pretenderlo, me deje llevar por el cansancio. 
Me mantuve un instante entre la frontera de la realidad y la inconsciencia. 
Espontáneamente, fui transportada a otra dimensión, a otro mundo, donde nunca jamás había estado antes. Ni siquiera sabía cómo había llegado hasta allí. Parecía como si el tiempo hubiera dado un gran salto, trasladandome a la época de 1.800

Mis vestimentas habían cambiado. Estaba envuelta en una preciosa túnica bordada y un suave velo, cubría mi cabeza. Estaba entre los campesinos de un extaño lugar. Parecía una antigua aldea, de esas que salen por la tele. 
A mí alrededor, mucha gente, pero parecía como si yo, fuese invisible. Tuve la impresión de que los vecinos  huían de algo.


La noche fue cubriendo con su negro manto toda la aldea. Cuando hubo oscurecido totalmente, todos los vecinos ya se habían confinado en sus hogares. A mi alredor, nadie, me había quedado completamente sola en aquella negrura silenciosa.
El frío calaba los huesos. El viento empezó a silbar y una extraña niebla,  me rodeaba solo a mí. Todos parecían haber huido...  Fué entonces cuando decidí indagar.
Me acerqié a una de las viviendas y golpeé con la aldaba. Pon-Pon. Pero nadie contestó. 
Al sonido de la llamada, la luz que se veía por la ventana, se apagó ipso-facto

-¡Abran por favor, abran!-grité mientras golpeaba la puerta. Fue extraño porque aquella casa que antes me pareció normal se había teñido de un negro azabache tan pronto como la luz se apagó.
Esperé y esperé....Viendo que nadie respondía, decidí intentarlo en las viviendas contiguas. 


Por debajo de la puerta de otra de las casas, la luz de una vela tintineba.
Golpee la puerta, de inmediato la luz se apagó y el silencio se volvió a hacer dueño y al igual que la casa anterior está se tornó tan negra cómo la pez.
Extraído me pareció aquello pero
de nuevo, lo volví a intentar en otra de las casas y la misma respuesta.
El silencio y la negrura volvió a reinar. Me di por vencida...

Recorrí toda la aldea y ni un alma pude ver. Un mutismo absoluto reinaba, ni los perros parecían atreverse a ladrar. 
Ni una sola luz alumbraba mi caminar. Mi unicá cómplice, la luna, que me ayudó a encontrar la salida de aquel insólito lugar. 

Caminé y caminé sin rumbo fijo por aquellos senderos oscuros. El silencio seprulcral solo lo rompían el silvido del viento y aullidos de lobos que erizaban la piel.

La noche no es buena aliada para este extraño viaje pensé...y decidí guarecerme entre unos matorrales y allí mismo, me quedé dormida...

Desperté al amanecer y de nuevo, emprendí el camino. Hacía donde? No lo sabía, solo deambulé horas y horas por aquellos extraños confines...

Llegando a un río, observé en sus orillas a unas cuantas mujeres que hablaban mientras lavaban la ropa. Agudicé el oído y pude oír algún comentario.

-¡Es horrible, qué espanto, pobres criaturas! ¿Que habrá sido de ellas?

Yo, no entendía nada, pero quise saber... Salí al encuentro de aquellas mujeres Llamé su atención y nada, la impresión de ser invisible me volvió rondar la mente.

Por fin, llegué a otra aldea.
Al pasar por una tienda escuché al tendero hablar con sus clientes, comentaba lo ocurrido.


-Dicen que algo horrible merodea por estos lugares. Tres criaturas han desaparecido de sus casas en la aldea vecina. Nadie sabe ni como, ni por qué. Lo único que se sabe, es que algo maligno recorre estos alrededores, su presencia es palpable. ¡Apresúrense, está a punto de anochecer, vayan pronto a casa, cierren la puerta y no abran a nadie!

No se porqué, pero me sentí aludida con aquel comentario.


Intenté hablar con aquellas personas, pero salieron del local rápidamente.
De repente, me sorprendió un sonido muy familiar.

Din-don. Tardé unos segundos en reaccionar y entender que era el timbre de la puerta. Eran nuestros amigos que llegaban puntuales a la cita.


La cena estuvo magnífica, las conversaciones durante la velada fueron muy agradables. Entonamos villancicos, brindamos con champán, tomamos dulces navideños. La sobremesa siempre se convertía en una ocasión especial. En ella se procedía a la esperada ceremonia de los regalos.
El acontecimiento daba comienzo sobre la media noche.

Llegado el momento, repartimos los regalos y entusiasmados pelamos cada uno nuestro propio paquete. Mientras rasgaba con impaciencia el papel de flores que envolvía mi regalo, me preguntaba si era lo que yo esperaba. 

Aquel regalo parecía más grande de lo normal. Las muñecas de porcelana eran mi pasión y todos lo sabían. Supuse que sería sin duda, otra pieza importante para mi apreciadísima colección.

Asombrada, mis ojos no daban crédito cuando vi a aquella muñeca. Venía vestida con una preciosa túnica bordada, con un velo que le cubría la cabeza.


-¡Por lo visto he acertado!- exclamó nuestra invitada.
Te has quedado sin palabras. Sabía que te gustaría. Es una pieza única de la época de 1800. Es preciosa ¿verdad?
Al verla en aquella estantería supe que era para ti. Era la única que había con tres pequeños muñecos de la misma colección, me pareció ¡tan original!


Autora-Margary Gamboa.


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