Ocurrió en Junio del 2011, durante
el viaje que hicimos en moto desde Sevilla hasta Praga.
El viaje en su totalidad fue
extraordinario, con muchos episodios interesantes e inolvidables y muchas
anécdotas que merecen la pena ser contadas, pero en esta ocasión, mis
comentarios van enfocados a relatar una situación en concreto, una etapa del
viaje que la podría catalogar como la más dura de todas, porque vivimos
una situación verdaderamente comprometida.
Todo comenzó en el Lago Constanza,
íbamos camino a Zurich, Suiza.
Después de algunas horas sobre
ruedas decidimos parar a comer.
Nos detuvimos en una zona de
descanso frente al lago; nos pareció un sitio perfecto.
Hacía un día soleado, maravilloso,
ideal para hacer picnic. Había servicios, merenderos, césped, un
establecimiento de bebidas y frente a todo eso, el lago Constanza, una
verdadera maravilla de la naturaleza, un bellísimo espejo de aguas color turquesa
se abría ante nuestros ojos. La vista del lago se perdía en el horizonte,
una verdadera preciosidad además de enorme, tiene más de 536 KM.
Después de comer y hacernos
algunas fotos para inmortalizar en momento y el lugar, decidimos descansar un
poco, antes de continuar la marcha.
Durante el descanso, comenzaron a
aparecer nubes en la lejanía. La verdad es que en principio no le dimos la
menor importancia. Creímos que sería pasajero y no nos afectaría, pero en
cuestión de unos minutos el cielo se cubrió por completo.
Estando en pleno descanso
comenzaron a caer algunas gotas. Enseguida llame a Javier, que estaba
placidamente reposando entre los brazos de Morfeo. En pocos segundos pasaron a
ser verdaderos goterones.
Pese a lo que parecía que se
avecinaba, decidimos seguir adelante; pensamos que dejaríamos la nube detrás,
si salíamos sin demora.
En el área de descanso no había
sitio para guarecernos, así que nos embutimos en nuestros chaquetones y
emprendimos la marcha.
De inmediato nos incomparamos a la
autovía y en pocos segundos comenzó a llover con más fuerza. Como creíamos que
seríamos capaces de adelantarnos a la nube, no nos pusimos los trajes de agua y
ya no podíamos dar marcha a tras. Teníamos que seguir adelante pese a la
lluvia, pero el agua cada vez caía con más fuerza y el viento soplaba con más
virulencia.
A duras penas continuábamos con la
marcha. Yo empezaba a estar preocupada, no solo porque estaba diluviando
si no porque el viento azotaba sin compasión.
La carretera era de dos carriles y
transcurría entre pequeños túneles por el borde de las montañas.
Uno de esos túneles hubiera sido
un lugar ideal para guarecernos de la que estaba cayendo, y dejar que pasase la
tormenta, pero allí no había arcén, solo los quitamiedos que bordeaban la
carretera, así que ninguna posibilidad de parada.
Los túneles eran cerrados, todo de
hormigón, pero por la parte derecha, cada pocos metros, tenía aberturas
laterales que dejaban avistar el lago. Pero cada vez que pasábamos por una de
aquellas rendijas, la moto hacía un giro brusco e inesperado hacia la
izquierda. Javier como podía intentaba controlarla.
Faltaban pocos metros para salir
de aquel túnel, cuando me dice:
-!!!!Agárrate bien, que ahora el
viento soplará con más fuerza!!!!.
Yo ya esta verdaderamente
aterrorizada porque el viento si que soplaba, si, pero con toda su mala leche.
Al salir del túnel fue peor, una ráfaga de viento huracanado y una
somanta de agua nos vapuleó dejándonos casi sin visibilidad. Pese a que
la moto pesa más de 500 KL, el ventarrón la empujaba tumbándola como si fuese
un barco de velas, haciendo que invadiéramos el carril de la izquierda. Javier,
intentaba enderezar, pero el vendaval nos desplazaba continuamente de un
lado al otro de la carretera.
Los coches nos pasaban muy
rápidos, como si la lluvia y el viento no fuesen con ellos. Cada vez que pasaba
uno por nuestro lado, hacía que el viento despidiese la moto hacia el otro
carril. La verdad es que estábamos verdaderamente apurados.
No había ni un trocito de arcén
para detener la marcha. En lugar de arcén, los quitamiedos seguían
estando allí. Así que parar, era poco más que imposible.
Yo agarrada con todas mis fuerzas,
me encomendaba a todos los santos y le decía a Javier:
-!!!!Por favor ten cuidado!!! -No
te apures, confía en mí-me dijo él.
¿Y que podía hacer yo? Así que
cerré los ojos, apoyé la cabeza en su espalda y pensé…que sea lo que Dios
quiera.
Él, a duras penas iba sosteniendo
la moto para seguir adelante.
Al pasar un camión por nuestro
lado, observó lo que nos estaba ocurriendo y decidió tomar cartas en el asunto.
Durante varios KM, el camionero mantuvo su marcha a nuestra altura para
cubrirnos del viento. La verdad es que fue, un buen gesto de amabilidad. Gracias
al camión y por supuesto a la pericia que tiene Javier con la moto, pudimos
aguantar hasta que avistamos una gasolinera.
Llegamos empapados,
exhaustos. Allí encontramos a varios moteros huyendo del temporal.
Ahora solo restaba esperar a que
la tormenta pasara de largo, cosa que por el momento, parecía improbable.
Durante un buen rato creímos que tendríamos que pasar la noche allí mismo;
estaba anocheciendo y el temporal no parecía darnos tregua. Pero Cuando vimos
un pequeño claro, no nos lo pensamos demasiado y decimos poner de nuevo rumbo a
Zurich.
Llegamos a la capital de los relojes ya bien estrada la noche, empapados y deseando de descansar.
Llegamos a la capital de los relojes ya bien estrada la noche, empapados y deseando de descansar.
La verdad es que pese a estos
delicados momentos fue un gran viaje con emociones fuertes, eso si, y la verdad,
no se que tiene esto de viajar en moto que deja el gusanillo de volver a
repetir esas emociones y aventuras tan interesantes como las vividas en nuestro
viaje a Praga.
Margary Gamboa.
ALGUNAS FOTOS DE NUESTRO VIAJE
Bueno, Margary, la aventura de la moto de miedo. Pero luego, por las fotos veo que lo pasasteis estupendamente. A mi me dan miedo las motos, pero debe ser una gozada. Estuve en Praga hace 20 años, es una ciudad que no hay que perderse.
ResponderEliminarVeo que tu chico se llama como yo, y también que lleva mi peinado: si es que no hay nada que un Javier calvo (con o sin moto, jeje)
La verdad Javier, es que yo aunque viaje en moto, no dejo de tenerlo mucho respeto, creo que si en vez de ir de paquete fuera conduciéndolas, otro gallo cantaría, pero por lo menos con esta ni pensarlo porque ni siquiera me llegan los pies al suelo. jejejej.
EliminarLe tengo dicho a Javier que no se peine como tu, que se haga una coleta, pero no me hace ni caso, es que los Javieres sois únicos es la especie. jejejeje.
Gracias por la visita y el comentario Javier.
Un saludo.
Que aventura más gratificante, seguro que de esa sales curtida para muchas aventuras y rutas más. Máxime, siendo el conductor mi amigo Javier, curtido en esas lides. Me ha encantado el relato, tienes un estilo de contar lo vivido muy especial.
ResponderEliminarFélix.