Todo comenzó en la primera luna del mes de Octubre, hace cosa de
unos años y desde entonces, los otoños traen consigo inciertos insabores...
Con disimulo, me acerqué un poco más a
él, un pequeño toque en su espalda fué suficiente para que, en cuestión de segundos, perdiese el equilibrio y se precipitara a las vias, justo cuamdo pasaba el metro.
Sentí el golpe seco del cuerpo del anciano sobre los raíles y al pasarle el tren por encima, sentí como se me erizaba la piel de pura satisfacción. Nadie pudo ver nada, ni siquiera mí sonrisa socarrona y mucho menos, nadie pudo apreciar el placer que experimenté con lo ocurrido.
Lo último que vio fue la imagen de mi
maliciosa sonrisa.
Salí de aquel callejón sin que nadie me
observara y encaminé mis pasos hacia el trabajo, sintiéndome plenamente
satisfecha.
Me fui a dormir como cada noche, no más cansada que de costumbre. Me
acurruqué entre el edredón y en pocos minutos, ya había traspasado el umbral del
sueño. En él, me sentía plena y satisfecha, echada sobre una manta de pelo
suave en medio del campo. Los árboles, con sus ramas desnudas, me observaban. El cielo dibujaba un arco iris. Una brisa suave que apenas rozaba mi piel. Podía observarme yo misma desde lo más alto, sobre aquella suave manta,
aspirando trazos de aromas y haciendo pompas de jabón. Las pompas se elevaban
suavemente y al llegar al arco iris se rompían. Al explotar las burbujas, se
convertían en destellos que descendían lentamente. Un sueño verdaderamente
encantador… Al despertar, sentía una incomprensible euforia. Aquel sueño se había marchado dejando paso a mi vida real y lo
que al principio me parecía felicidad, había dejado retazos de oscuros
presagios.
Salí a trabajar como cualquier otro día. Fui hasta la parada del metro y
me detuve en el andén hasta que llegara el convoy. A mí alrededor, mucha
gente, la normal de la hora punta. Y justo a mi lado, un anciano papoyado en un bastón, esperaba que llegase el tren. Se adivinaba ¡tan desvalido!
Sentí el golpe seco del cuerpo del anciano sobre los raíles y al pasarle el tren por encima, sentí como se me erizaba la piel de pura satisfacción. Nadie pudo ver nada, ni siquiera mí sonrisa socarrona y mucho menos, nadie pudo apreciar el placer que experimenté con lo ocurrido.
Aquel deseo de mal pasó por mí, y desapareció tan velóz como las pompas de jabón.
Durante todo el año, no volví a soñar con pompas de jabón. Tampoco sentí ni un
poco de remordimiento por aquello que pasó en la estación.
El pasado año, ya ni me acordaba, ni del sueño, ni de aquello que ocurrió
en el andén. Pero en la primera luna del mes de Octubre, el sueño se volvió a
repetir. Volví a verme en medio del campo, mientras los árboles con sus ramas
desnudas me observaban. Y sobre mi cabeza, el arco iris que reflejaba todos los
colores. Y allí seguía estando yo, reposando sobre aquella manta suave y
lanzando miles de pompas de jabón que parecían rozar las nubes. Aquella brisa
tan suave y delicada que apenas acariciaba mi rostro. Al igual que en el
anterior sueño, con todo aquello me sentía sumamente complacida.
A la mañana siguiente, volví a experimentar la misma sensación. Euforia al despertar y aquellas
satisfacciones vividas en el sueño, me había vuelto a dejar fragmentos sombríos.
Esa mañana se me pasó por la cabeza no salir de casa, como si la sensatez
me iluminara la razón y yo misma pudiese controlar mi rumbo.
Salí de nuevo, como siempre, camino a mi trabajo, sintiendo el deseo del
mal dentro de mí. Cualquier persona que veía por la calle, me motivaba para
cumplir la ejecución.
Un chico joven se fijó en mí y me lanzó un piropo. Yo, le guiñe un ojo
con malicia y me dirigí hacia un callejón sin salida. El joven, alentado por
una esperanza, siguió mis pasos.
Aquel deseo de mal volvió a transitar por mí, pero
se desvaneció fugazmente, fue tan efímero, como una
burbuja de jabón.
No le he buscado una explicación lógica, por que sé,
que difícilmente la hallaría. Lo que me ocurre a mí, no creo que les
ocurra a muchas personas, pero esto es lo que me produce soñar con pompas de
jabón.
Durante todo el año no he sentido ni una pizca de remordimiento por
aquello que ocurrió, ni en el metro, ni en el callejón. Tampoco he vuelto
a soñar con pompas de jabón, pero faltan pocos días para la primera luna de Octubre. No sé, si se volverá a repetir el mismo sueño, ni si mí voluntad, volverá
a caer en las garras de mal, solo se que soñar con pompas de jabón para mí,
tiene fatales consecuencias.
Autora-Margary Gamboa.
Yo le diría a la protagonista de ésta historia que durante esa luna de octubre debería cambiar sus hábitos: dormir de día y hacer vida laboral por la noche a ver si así no le vienen tan pésimos deseos para que alguien no pudiera ser blanco (digo negro) de sus pérfidas inclinaciones.
ResponderEliminarBien trabajado, buena prosa.
Saludos cordiales.
J.Teodoro
Yo le diría a la protagonista de ésta historia que durante esa luna de octubre debería cambiar sus hábitos: dormir de día y hacer vida laboral por la noche a ver si así no le vienen tan pésimos deseos para que alguien no pudiera ser blanco (digo negro) de sus pérfidas inclinaciones.
ResponderEliminarBien trabajado, buena prosa.
Saludos cordiales.
J.Teodoro
Supongo que sería una buena idea eso de cambiar de hábitos, pero se duerma de día o de noche, si aparecen las pompas de jabón en el sueño, la cuestión está servida.
ResponderEliminarEs curioso Teodoro, pero me han llegado a preguntar si esto me ha ocurrido de verdad ¿te imaginas que así fueras? La verdad es que nunca lo sabría nadie, jejejejej
Gracias por pasarte por mi trocito virtual y dejar tu huella de nuevo.
Saludos cordiales.