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Laura desea que el tiempo
refresque, tras un sofocante verano.
Por fin, mes tras mes, las hojas
del calendario caen como hojas caducas y ella respira tranquila. Ha refrescado
y el edredón se hace imprescindible. La estación de otoño comienza a mostrarse
en su mejor momento.
Afanosa embellece su vergel. Las
flores de temporada comienzan a brotar y llega el viento ábrego con unos grados
de humedad.
Plantas y arbustos de varias
especies, adornan la casa, y rosas de pitiminí rodean la verja de la entrada.
Los ramitos de violetas, sembrados al pie de los naranjos, embellecen el lugar.
Los pensamientos alternados, con algunos ciclámenes, están repartidos por la
fachada y dan un toque realmente atractivo. Las hortensias, sin perder su
encanto, descansan de su exuberante floración.
Después de terminar, Laura se sienta
a contemplar el precioso panorama.
-¡Que bella es la naturaleza!,
exclama satisfecha.
Un colibrí se acerca a la fuente
para beber, es normal su presencia en esta época. Y esta estampa, un deleite
contemplarla.
Desde lejos observa todo el
entorno. Aleja la vista hacia el horizonte y atisba el cielo
encapotado. En poco, se origina una enorme ventisca.
Los árboles comienzan a batir sus
ramas, cada vez con más virulencia.
Rayos y culebrinas se proyectan a
distancia, y en un instante, comienza a diluviar. Desde la ventana del salón,
asombrada, presencia la energía acumulada. Llueve intensamente y el viento
silba enojado.
La noche, avanza borrascosa sin
luna que la ilumine, y la lluvia vehemente se concentra descarada.
Un estruendo desgarrador. La
tormenta sobre el tejado, llora y ruge sin piedad. Mira alarmada a todos lados,
y el viento ruge violentamente.
Atónita, observa que sale agua por
debajo de la puerta del cuarto de baño. En escasos segundos, también se cuela
por debajo de la puerta de la vivienda. Ya sale por todas partes, por la ducha
y por el lavabo. En poco tiempo, toma altura y todos sus enseres navegaban por
doquier.
Aterrorizada, no hay quien la
sosiegue, sube a la parte superior, allí se mantiene expectante, hasta que la
calma musita convincente y el agua vuelve a su cauce.
Margary Gamboa. ©todos los derechos reservados
El relato se lee muy bien. Hay una amplia descripción de la naturaleza y del ambiente, pero esa tormenta ya anuncia algo. Al final la inundación. Bien, si hay buscar moraleja me quedo con la de no desear demasiado las cosas para que nos ahoguen. Venga, Margary, sigue escribiendo. Besos
ResponderEliminarMuy apropiado para estos días que las tormentas están castigando en muchos lugares. Todo tan bonito y en unos minutos la naturaleza muestra todo su poderío.
ResponderEliminarBien contado.
Besitos
¡Cómo escribes! Haces un estupendo retrato lleno de metáforas y de pinceladas relucientes.
ResponderEliminarMe gusta.
J.Teodoro
En tan pocas palabras he sentido el esplendor de la primavera y el gris del invierno...cuanta sensación en tan poco tiempo...simplemente maravilloso...hoy te sigo mas que ayer pero menos que mañana.
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